Por Snider Montes M.
En Medellín, la acción colectiva fue determinante para eliminar los murales más polémicos de la ciudad
En Medellín, la acción colectiva de los ciudadanos fue determinante para eliminar uno de los murales más polémicos de la ciudad. Tras el borrado del grafiti “Las Cuchas Tenían Razón”, que rendía tributo a las madres buscadoras de desaparecidos en La Escombrera, la sociedad reaccionó con fuerza exigiendo coherencia: si un mural dedicado a las víctimas había sido eliminado, ¿por qué mantener uno que glorificaba a Pablo Escobar?
El grafiti de Escobar, situado en la Comuna 9, representaba al controvertido barrio Pablo Escobar, un espacio cargado de historia y contradicciones. La presión en redes sociales no tardó en llegar y los ciudadanos pidieron a la administración, bajo el liderazgo de Federico Gutiérrez, que pusiera fin a lo que percibían como una exaltación de la cultura del narcotráfico.
El lunes 20 de enero, el alcalde compartió en redes imágenes que mostraban a funcionarios cubriendo el famoso mural con pintura gris en el barrio Loreto. En su mensaje, Gutiérrez argumentó que la decisión no implicaba borrar la historia, sino cambiar el enfoque: “Se trata de poner en el centro del relato a las víctimas y a los héroes, no a los victimarios”, expresó.
Este gesto fue una respuesta directa al descontento colectivo provocado por la eliminación del mural “Las cuchas tienen razón”. Esta obra, que honraba la memoria de las madres de los desaparecidos en la Operación Orión de 2002, había generado críticas masivas al ser borrada. Líderes sociales y activistas calificaron la acción como un acto de censura hacia un espacio que buscaba preservar la memoria de las víctimas, mientras el mural de Escobar —perceived como un homenaje a uno de los mayores victimarios de Medellín— permanecía intacto.
El mural de Pablo Escobar no solo era un sitio recurrente para los “narcotours” en Medellín, sino también un punto de reflexión sobre el complicado legado del narcotraficante. Este barrio, oficialmente conocido como Loreto, surgió en 1982 cuando Escobar, como parte de su campaña por el Senado, facilitó la reubicación de familias afectadas tras un incendio en Moravia. Aunque el nombre auténtico del barrio nunca fue “Pablo Escobar”, la comunidad adoptó esa denominación como un tributo, un acto que sigue generando controversia hasta hoy.
Wberney Zabala, presidente de la Junta de Acción Comunal, señaló: “Este barrio no aparece en los mapas de Medellín, pero tiene su historia, su parroquia y su Junta de Acción Comunal. No queremos desconocer la historia, pero sí desligarnos del nombre de Escobar en las nuevas obras que se lleven a cabo en el sector”.
Aunque la decisión final la tomó la Alcaldía, queda claro que la presión ciudadana fue clave para empujar a las autoridades a actuar. Este éxito colectivo refleja una sociedad en Medellín que sigue trabajando para superar los traumas del pasado, mientras busca construir un futuro centrado en la memoria y la dignidad de las víctimas.